Principio 4: Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber

En  Espiritualmente te traemos “Un curso en milagros- Los 50 principios del milagro” de Kenneth Wapnick

Principio 4: Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber

Esta es otra manera de decir que los milagros proceden del amor. Reflejan el amor del Cielo, y obviamente también reflejan la vida del Cielo, la cual no tiene nada que ver con lo que llamamos vida, que es la vida del cuerpo, o la vida de la personalidad, todo lo cual es realmente una parte del cuerpo. La verdadera vida proviene de Dios, y esa es la vida del espíritu el cual es inmortal y eterno. El milagro es lo que nos conduce de regreso a Dios.

«Su Voz», que es una de las definiciones que el Curso da del Espíritu Santo, «te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber.» Una de las preguntas más comunes que hace la gente es: Si el Curso afirma que se te dirá muy específicamente, ¿por qué yo no oigo respuestas específicas?» Estoy seguro de que todo el mundo se hace esa pregunta y tiene ese problema. Uno de los obstáculos para escuchar las cosas que el Espíritu Santo nos diría es que exigimos oírlas. Muchas veces las preguntas que le hacemos al Espíritu Santo no son realmente preguntas; son afirmaciones. Fabricamos un problema y luego exigimos que Él nos dé la respuesta, lo cual es, por supuesto, otra expresión de la arrogancia del ego al creerse que sabe cuáles son los problemas, y también cuáles son las respuestas. Pero muy a menudo cuando le pedimos ayuda a Dios u oramos pidiendo ayuda, lo que hacemos es plantear el problema como lo vemos nosotros y luego Le pedimos que nos lo resuelva y, por supuesto, cuando no lo resuelve, creemos tener un caso cerrado en contra de Él: «Dices que vas a contestarme muy concretamente, y aquí estoy. Soy tan honrado y tan serio y devoto y fiel y no oigo nada.» Lo que hemos hecho, en realidad, sin percatarnos de ello, es cerrar la puerta. No es que el Espíritu Santo no nos hable, es que no podemos escucharlo.

P: ¿Es así porque en nuestras mentes queremos que nos contesten la oración a nuestro modo?

R: Cierto. En un lugar, el Curso habla de que al ego le da una rabieta y grita: «¡Quiero que las cosas sean así!» (T-18.II.4:1). Lo hacemos de niños, pero también lo hacemos de adultos. «Así es cómo lo quiero.» Recuerdo que a veces Helen solía reclamarle a Jesús y le decía: «¡Esto no es negociable!» Nunca funcionó bien para ella. No lo intenten. Además, recuerden que cuando el Curso dice que el Espíritu Santo nos dirá todo lo que necesitemos saber, es porque Él conoce mejor que nosotros lo que necesitamos saber.

P: ¿No es eso cierto también en el sentido de que consciente o subconscientemente no sólo esperamos cierta clase de respuesta, sino que también definimos el problema?

R: Sí, eso es lo que quiero decir. Fabricamos un problema y luego exigimos una respuesta al mismo. El problema consiste en que estamos diciendo: «Este es mi problema,» en vez de admitir básicamente, «No estoy en paz, por favor ayúdame a estar en paz.» La verdadera causa de no estar en paz es que abrigamos algo en contra de alguien. Hay una ausencia básica de perdón en nosotros, así que la solución ha de venir siempre en la forma de algún aspecto del perdón, de alguna unión con alguien. No importa si es en un nivel de conducta o de pensamiento. Recuerden de nuevo, la clave es reconocer que cada problema que creemos tener en el mundo nos indica una falta de perdón.

Una de mis líneas favoritas en el Curso, porque parece no tener absolutamente ningún sentido, es la que dice: «Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón» (L-pl.193.4:1). Traducido, quiere decir que es cierto que todas las angustias o problemas no aparentan ser lo que realmente son. Creemos que la angustia proviene de todos los diversos tipos de problemas que creemos tener, pero lo que realmente sucede es que el ego ha lanzado una cortina de humo para que no nos percatemos de que cada angustia que experimentamos procede de la ausencia de perdón o de la creencia de que estamos separados. Podemos entender que la solución a cualquier angustia y a cualquier problema en nuestro mundo -bien sea nuestro mundo personal o el mundo en general- sería unirnos y curarnos a través del perdón.

P: ¿Podría decir algo sobre el Espíritu Santo y la confianza: aquello de que sólo nos sentamos y nos aquietamos?

R: Sí, y luego estar alerta y vigilar los pensamientos que no son tranquilos. Una de las partes cruciales de este proceso es que todo lo que tenemos que hacer es quitarnos de en medio. No tenemos que hacer nada. La introducción del texto dice: «Este Curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar. Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor…» Eso es lo que hace el milagro; simplemente elimina el obstáculo que nos impide tener consciencia de que somos hijos de Dios. Todo lo que decimos en relación con el milagro es que éste deshace o corrige lo que el ego ha hecho. El milagro no hace nada; sino que deshace. Mientras más serenos estemos, lo cual significa realmente desprendernos de nuestro ego, en esa misma medida podremos escuchar muy claro todo lo que necesitemos saber.

“ Espiritualmente, un gran espacio para aprender, un lugar donde encontrar muchas respuestas”

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